Tras 17 años en una celda de aislamiento, ha empezado a hablar. Es "Salvatore Riina",  el jefe de jefes de la Mafia desde 1974 hasta 1993, condenado a 13  cadenas perpetuas por 150 asesinatos, 40 de ellos ejecutados  personalmente. Ahora, ha roto su silencio para indicar al fiscal que  investiga el asesinato del juez Borsellino que mire hacia las cloacas  del Estado Salvatore Totò Riina (Corleone, 16 de noviembre de 1930 ) es uno de  los más famosos miembros de la Mafia siciliana. Apodado la Bestia, o a  veces el Corto ('U curtu en siciliano) debido a su pequeña estatura;  nunca nadie se atrevió a nombrar ante él ninguno de sus apodos. Durante  su larga carrera criminal, asesinó personalmente a unas cuarenta  personas y se cree que ordenó las muertes de otras mil.
 Durante la década de 1980 y principios de la década de 1990, Riina y su  familia mafiosa, los Corleonesi, desarrollaron una despiadada campaña de  violencia tanto contra los clanes rivales como contra el estado, que  culminó con el asesinato de dos jueces; lo cual causó un rechazo público  a la Mafia y llevó a una redada masiva por parte de las autoridades,  resultando en la captura y el encarcelamiento de Riina y gran parte de  sus asociados.
 Ahora tiene 80 años y 13 cadenas perpetuas pendientes. Desde hace 17  años vive en una celda de aislamiento. Sus guardianes supervisan su  correspondencia y vigilan día y noche las cámaras que lo enfocan incluso  cuando va al baño. Hace mucho tiempo que, en tales circunstancias,  cualquiera hubiera dejado de ser una amenaza. Pero él no es cualquiera.
 -Yo soy Salvatore Riina de Corleone... Totò Riina.
 Así se lo dijo al fiscal de Caltanissetta -una pequeña ciudad en el  centro de Sicilia- en lo que constituye la última declaración del último  capo sangriento. Del más cruel. Del jefe de jefes de la Cosa Nostra  desde 1974 hasta su detención en 1993. El mismo que, en su locura y en  su extrema crueldad, decidió enfrentarse al Estado en una guerra  abierta. La justicia italiana lo considera responsable de 150  asesinatos, 40 de ellos ejecutados personalmente. Nacido en 1930 en la  villa de Corleone, Totò Riina fue arrestado y juzgado en 1969 junto al  entonces jefe de la Mafia, Luciano Liggio, otra mala bestia, por un  puñado de asesinatos cometidos a principios de la década de los sesenta.  Una hábil combinación de sobornos y amenazas a jurados y testigos  consiguió entonces una sentencia absolutoria. Riina, que no estaba  dispuesto a verse en otra parecida, se sumergió entonces y para siempre  en la clandestinidad.
 Tras la detención de Liggio en 1974 -fue capturado en Milán, donde vivía  como un burgués en una urbanización de la periferia-, Totò Riina se  convirtió en el jefe supremo. El terror llevaba su nombre. Como nunca  antes y como nunca desde entonces. A la cabeza de los corleoneses, no  solo se enfrentó a las demás familias, sino también al Estado. Policías,  fiscales, jueces. En 1982 ordenó asesinar al general Carlo Alberto  Dalla Chiesa, quien, tras sus éxitos en la lucha contra las Brigadas  Rojas, fue destinado a Sicilia para combatir a la Mafia. Lo mató solo  seis meses después de llegar a Palermo, junto a su esposa y a uno de sus  guardaespaldas. Las últimas víctimas de Salvatore Riina fueron los  jueces Giovanni Falcone (23 de mayo de 1992) y Paolo Borsellino (19 de  julio de 1992). De alguna manera, aquellos crímenes supusieron también  el final de Totò Riina. La sociedad italiana reaccionó y pidió justicia  como no lo había hecho antes. Aún se recuerda una frase de Rosaria  Schifani, la viuda de uno de los cinco escoltas asesinados junto a  Falcone y su esposa por la explosión de una bomba en la autopista entre  Palermo y el aeropuerto: "Hombres de la Mafia, os perdono, pero tendréis  que arrodillaros".

En enero de 1993, apenas unos meses después del atentado contra  Borsellino, Totò Riina fue capturado en el centro de Palermo, al volante  de un automóvil corriente, frente a un semáforo en rojo. Iba desarmado.  Vestía un traje raído. Intentó evitar la detención con una frase: "Se  equivocan de hombre". Pero no. No se equivocaban. Un macrojuicio que  tuvo mucho de ejemplarizante lo sepultó para siempre en una prisión de  alta seguridad bajo un alud de cadenas perpetuas. El capo más temido,  Totó Riina, guardó silencio desde entonces, algo no demasiado común en  los de su estirpe. A muchos de ellos la prisión les va aflojando la  lengua. No a la Bestia. No al Corto.
 Por eso, el fiscal de Caltanissetta, Sergio Lari, que investiga la  posible colaboración entre los servicios secretos y la Mafia en el  asesinato del juez Paolo Borsellino, se extrañó el día que el abogado de  Salvatore Riina le dijo que el viejo capo estaba dispuesto a hablar.  ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué después de tanto tiempo? Sentado frente al  fiscal, un tipo alto y valiente, tanto que durante mucho tiempo se negó a  llevar escolta para que si lo mataban, solo lo matasen a él y no "a  siete personas más", Riina -apodado el Corto por su baja estatura- aún  se atrevió a marcar el terreno.
 -Usted es el fiscal de Caltanissetta y yo soy Salvatore Riina de Corleone...
 La declaración parece obvia, pero no lo es tanto. El primer mensaje es:  cada uno en su sitio. Enseguida el fiscal entendió por qué al viejo  capo, tanto tiempo después, se le empezaba a soltar la lengua: "Yo soy  uno que se ocupa de sus asuntos, no sé nada de nada.
Usted me ve y me  dice: '¿Cómo es que Salvatore Riina está tan sereno, tan tranquilo?'.  Porque yo estoy fuera del mundo. Yo no vivo en la Tierra. Yo vivo en la  Luna. Si formo parte de Cosa Nostra, o si soy el jefe de jefes o el  subjefe de los subjefes, no estoy obligado a decirlo. Ni a usted, ni a  nadie. Así que quiero insistir en que no me haga esta pregunta porque yo  estoy en mis asuntos y ustedes en los suyos. Usted hace de fiscal de  Caltanissetta y yo soy Salvatore Riina de Corleone".
 La parrafada parecía sin sentido, el delirio de un charlatán senil,  hasta que lo adquirió de pronto: "Usted, señor fiscal, tiene que saber  quién es Salvatore Riina. Salvatore Riina está excluido de todos estos  servicios secretos, porque no los tiene en su cabeza. Ni en la mente, ni  en el cuerpo. Riina es de Corleone, pueblo agrícola, del campo, perdido  y abandonado. Si yo hubiera conocido a alguien de los servicios  secretos, desviados o regulares, yo no me llamaría Salvatore Riina  porque estaría en la misma panda de estos arrepentidos, de estos señores  y de estos desviados, de ese Ciancimino, de ese Spatuzza...".
 Salvatore Riina cita el apellido de los arrepentidos de la Mafia con  desprecio. Ahora sí, el fiscal de Caltanissetta sabe por qué el viejo  capo lo ha mandado llamar. Es, nunca mejor dicho, una cuestión de honor.  Los arrepentidos a los que cita sostienen que Riina y algunos elementos  de los servicios secretos italianos se confabularon para matar al juez  Borsellino -y es eso precisamente lo que desde hace años investiga sin  encontrar la luz el fiscal Sergio Lari-. Así que cuando Riina dice "no  me miréis solo a mí, miraos a vosotros mismos", el fiscal ya intuye por  qué el viejo capo se ha sentado frente a él. En primer lugar, para  decirle que va por buen camino, que si quiere resolver definitivamente  el crimen del juez tendrá que mirar hacia adentro, hacia las cloacas del  Estado. Y en segundo lugar, para salvar su nombre, para quitarse esa  piedrecita que le aprieta en el zapato. No quiere irse a la tumba  amortajado por la sospecha de que algún día colaboró con el Estado al  que tan sanguinariamente combatió.
 
-Y entonces, ¿quién fue?, señor fiscal. ¿Por qué en el Castillo -una  construcción en la cima del monte Pellegrino desde donde se domina Via  Amelio, el lugar donde explotó la bomba que mató a Borsellino- había en  esos días una base clandestina de espías? ¿Quiénes eran esas personas?  Señor fiscal, siento que me toman el pelo desde la mañana a la noche  porque llevo 17 años en aislamiento, siempre en aislamiento, área  reservada, cámaras en la habitación, pero sigo siendo el capo de la  Mafia. Yo, que tengo el correo controlado, las cámaras en la habitación,  en el salón, en el baño, que no me puedo hacer el bidé, que no me pudo  duchar... Señor fiscal, le ruego de una vez para siempre que busquen la  verdad. Que hagan luz. Ustedes pueden. Pueden encontrar muchas vías.  Mucho trabajo. Déjense de Riina como pararrayos. Totò Riina ya no es  nada. Ya son solo 20 años que está sacrificado aquí. Tengo 80 años,  estoy enfermo, yo soy un viejo acabado.La última declaración del último capo ha salido a la luz hace solo unos  días en Italia gracias a la investigación de Attilio Bolzoni, un  periodista del diario La Repubblica experto en la Mafia. Autor junto a  Giuseppe D'Avanzo -recientemente fallecido- del libro Il capo dei capi,  un ensayo sobre la vida y la carrera criminal de Totò Riina, Bolzoni ha  logrado sacar a la luz dos declaraciones hasta ahora secretas realizadas  entre el verano de 2009 y el de 2010. En total, un centenar de folios.  "Con esa charla ante el fiscal", explica el periodista, "Riina demuestra  que se ha sentido utilizado en el asesinato de Borsellino. De hecho, él  no habla del asesinato del juez Giovanni Falcone porque admite que fue  el responsable al mil por mil. Pero en el caso de Borsellino, el autor  intelectual fue otro, un italiano que está todavía sin nombre".
 Attilio Bolzoni explica que la Mafia que representa Totò Riina ya no  existe: "Desapareció. Él está sepultado en la cárcel, y toda su gente,  también. Solo queda por capturar Matteo Messina Denaro. Los corleoneses  están acabados. La Mafia sigue, claro. Si vas a la región de Sicilia, la  ves. Existe una inteligencia colectiva de la Cosa Nostra que sigue muy  activa. Pero se acabó aquel tipo de mafia con atentados y bombas, con  los asesinatos excelentes -objetivos importantes como generales o  magistrados-; todo aquello se acabó con Totò Riina".
 Tras leer entero el interrogatorio, Bolzoni seleccionó algunos extractos  para La Repubblica. Hay momentos en los que Riina se parece al viejo  que es contando batallitas, pero cada batallita tiene un trasfondo:  "Gracias a Dios y a mi actitud, pude ser un fugitivo 24 años. Un  fugitivo puede durar un año, dos, no puede estar 24 años. Yo estuve 24  años fugitivo. Construí una familia, me casé, tuve hijos... Y lo pude  hacer porque me hacía el solitario en mis asuntos. Yo era un solitario,  yo soy un solitario. Puedo jurar ante Dios y ante mis hijos que ni  Provenzano -su sucesor al frente de la Cosa Nostra- sabía dónde vivía  yo. Hubo alguien que tuvo interés en venderme y hacerme arrestar, y por  eso aquellas palabras pronunciadas por Mancino [el ministro del Interior  en enero de 1993], que unos días antes dijo: 'Dentro de cinco o seis  días vamos a arrestar a Riina y lo meteremos en la cárcel'. Seis días  antes, sabía que me debían arrestar, y lo sabían Mancino y alguien más  que no sé quién es. ¿Provenzano? No lo sé. Yo fui vendido, pero no puedo  decir por quién. Me dicen Di Maggio pero no, no fue Di Maggio".
 Ahí solo parece un viejo criminal cuyo único remordimiento es el de no  saber quién lo traicionó. No le duelen sus crímenes, tanta sangre  derramada, sino no saber a estas alturas quién le fue desleal. Por qué.  Por cuánto. Al periodista Bolzoni, sin embargo, no es esto lo que más le  interesa:
 -Para mí, la frase crucial de Totò Riina es cuando le pregunta al  fiscal: "¿Queréis saber quién es Salvatore Riina? Un tipo de Corleone,  un pueblo del campo, perdido y abandonado...". Ahí lo que está diciendo  es: "Yo soy el capomafia, vengo de Corleone, no me jodáis, tengo 80 años  y quiero que me dejéis en paz. No me voy a arrepentir nunca, jamás".
 ¿Es entonces Totò Riina, a punto de cumplir los 81 años, enfermo,  vigilado día y noche, un tipo acabado? Cualquiera diría que sí, que sus  palabras ya no pueden interesar más que a un fiscal en su laberinto y a  un periodista que, como un pintor, busca darle el último trazo a su  personaje. Y entonces, ¿por qué a las pocas horas de publicarse el  extracto de su declaración la justicia ordenó borrarlas de la web de La  Repubblica? ¿Qué teclas secretas, tal vez entre líneas, de forma sutil,  sigue tocando el viejo capo?
 La última vez que el periodista y el criminal se vieron fue en los  tribunales. Un día antes, un reportaje publicado por Bolzoni iba  ilustrado por dos fotos, una de Riina y otra de un senador: "Al verme,  me llamó y me dijo: '¡Doctor Bolzoni, doctor Bolzoni! Mañana lo denuncio  por sacar mi fotografía al lado de la de un político...". La broma de  Riina, su aparente campechanía, no logró desviar un centímetro la  opinión que Bolzoni, después de estudiarlo durante años, tiene del  personaje.
 -Es cruel. Es un animal. Tommaso Buscetta
 [el primer arrepentido de peso que rompió con la ley del silencio] dijo  en cierta ocasión que Riina solo era superado por Nerón en crueldad.  Después de Nerón venía Riina... -
Fuente: Elpais.com
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