José Cabrera Forneiro Psiquiatra y Especialista en Medicina Legal
La búsqueda de la verdad en el testimonio ha sido una constante a lo largo de la humanidad, y para comprobar dicha verdad se han empleado muchos métodos, desde los simples interrogatorios, hasta el uso de métodos como la hipnosis, los psicofármacos, los test y finalmente los aparatos que miden distintas variables.
El llamado hoy Polígrafo y antaño “Máquina de la verdad” o simplemente “Detector”, se empezó a emplear en la Primera Guerra Mundial tras demostrar algunos psicólogos experimentales que el sujeto cuando no dice la verdad sobre lo preguntado presenta unos cambios leves en algunas variables como la frecuencia cardíaca, respiratoria, sudoración,..etc.
Desde entonces todos los ejércitos y policías del mundo han utilizado dicho método, al principio “a la fuerza”, y hoy “con consentimiento de la persona” por imperativo legal (la Constitución en nuestro caso).
No existe ningún sistema judicial en el mundo que acepte al 100% la eficacia del polígrafo, por lo que se considera en caso de ser usada un test más, con su correspondiente margen de error.
El Polígrafo actual mide varios valores simultáneos: frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, conductancia eléctrica de la piel, temblores en las extremidades, y algunos también el tamaño pupilar, según su grado de sofisticación.
El salto del polígrafo a los medios de comunicación ha operado en la opinión pública (como en otras tantas ocasiones) una toma de postura respecto a él que se puede resumir en lo siguiente:
- Se cree habitualmente que el polígrafo es un aparato medidor de la verdad que no presenta fallo ni posibilidad de error alguno.
- Se cree que el polígrafo es un aparato aceptado, admitido y probado por la administración pública y su validez está fuera de toda duda.
- Se considera que la persona que opta por someterse al polígrafo ya adquiere de por sí un valor particular al “enfrentarse a la prueba de la verdad”.
- Se cree que la práctica del polígrafo puede hacerse en cualquier circunstancia con o sin testigos.
Lógicamente estas cuatro creencias son erróneas, y de ello se desprende la repercusión que este aparato pueda tener en los correspondientes programas por ejemplo televisivos.
Todo lo anterior si lo aplicamos a los niños al proyectar esta prueba en la franja infantil, se magnifica enormemente debido básicamente a tres razones:
- Los niños no tienen ni la experiencia, ni la capacidad de discriminación que poseen los adultos.
- Para los niños la televisión tiene un componente mágico irracional por el que lo que en ella sale se convierte automáticamente en verdad.
- Los niños están en una edad vulnerable en la que empiezan a formar sus criterios morales y éticos, básicamente por imitación, y una escenificación poligráfica les introduce un elemento de error de imprevisibles consecuencias.
Amen de lo anterior y dentro de los contenidos de las preguntas concretas que se efectúan en los mencionados programas de televisión, su alta frivolidad, banalidad y cuestiones siempre relativas a la sexualidad y cotilleos en general, hacen que todo lo dicho sobre la “verdad poligráfica”, se multiplique por "n", lo que genera en definitiva un esperpento desvirtuador de lo que realmente es o no es verdad.
Es por éstas razones que deberían limitarse estas escenificaciones a franjas de audiencia no infantil, explicarlas previamente, y definir que dichas actuaciones son dramatizaciones ficticias de la realidad, de igual forma que el resto de programas, para que el ciudadano pueda discernir con justicia lo que ve, y no se entiende como este asunto no ha saltado antes en la reflexión de los medios, y resulta encomiable que la cadena Tele Cinco decidiera unilateralmente dejar de emitir en franja infantil esta escenificación poligráfica.
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