Autora: María Laura Quiñones Urquiza

Estos antecedentes pueden constituir un modelo de relación con los demás, aún si el contacto social no presenta en principio un alcance negativo, mostrando una apariencia standard de “sujeto respetable” y adaptado socialmente, sorprendiendo a todos al momento de revelarse la identidad de un agresor que nunca aparentó, ni dio lugar a sospechas de tener tales apetencias, corriéndosele así lo que Harvey Cleckey llamó “la máscara de la cordura”.
El rol de la víctima para el victimario es la de sujeto, objeto o medio para conseguir algo, en este caso, una satisfacción emocional. Para comprender esto, es necesario depurar las conductas correspondientes al modus operandi o método para la ejecución del delito, de aquellas conductas que desprendidas de la interacción víctima-victimario, solo son necesarias para cumplir la fantasía del agresor, y que, por el principio de intercambio de Lockard, deja como impronta en la escena, el cuerpo o la psique de su victima.
La prolijidad en el modus operandi, es más efectiva en aquellos delincuentes que los perfiladores consideramos organizados, vale decir aquellos cuya conducta desviada provendría de una base psicopática y no de una base psicótica o trastorno emocional grave.

Caso diferente es cuando el agresor es violento y ata, retiene, insulta o lesiona a su víctima, estas son conductas que si bien algunas como el atar, retener están orientadas al control y son necesarias para cometer el delito, el insulto y la lesión vienen a demostrar que para el delincuente, la víctima cumple el rol de objeto, revelando una motivación sádica o en algunos para reafirmar el poder, quizás, este presente también en una de las variantes conocida como la ira por venganza, que a veces es desplazada hacia una víctima desconocida.

Si bien en ocasiones la motivación es sexual e incluso violenta, no siempre tiene el color del sadismo, hace un par de años, escuché en las noticias el caso de un agresor sexual que seducía a sus victimas por Chat durante un tiempo aproximado de 2 meses, luego se encontraba con ellas, les invitaba un café, allí, procedía a doparlas haciendo una variante “soft” de anestesia previa de Brouardelle y las llevaba a un hotel alojamiento donde mordía sus genitales hasta sangrarlos y se retiraba de la escena. Al volver en sí las víctimas no recordaban el episodio, no experimentaron dolor al momento de cometer del delito, si no cuando volvieron en sí. Es indiscutible que el agresor tuvo una motivación sexual, pero no sádica ya que para él, no fue necesario escuchar gritos de dolor o súplicas, vemos acá como el modus operandi, nos revela que el agresor posee los conocimientos necesarios de farmacología para poder dopar a sus víctimas con la dosis justa, tomarse el tiempo necesario y sin dejar secuelas clínicas neurológicas, salvo las anatómicas que le son necesarias a él. Las 3 víctimas no tuvieron acceso carnal, pero para recrear su mundo favorito, el agresor necesitaba culminar su obra cumpliendo con la fantasía de ver genitales femeninos sangrado, lo que presumiblemente, nos haría pensar que padece hematofilia, al igual que Andreii Romanovich Chikhatilo. Se observa del mismo modo que cuenta con la habilidad suficiente para mimetizarse con el medio y premeditar el hecho. El seducir durante un par de meses a la víctima implica saber lo que esta necesita con empatía utilitaria (Marietan), pero sobretodo mucha paciencia, revelándonos que no es una persona que pierde el control antes del hecho, posee una apariencia que inspira confianza y un Modus Operandi con la sofisticación necesaria para conseguir desplazar voluntariamente a su víctima desde el punto de contacto, pasando por una escena intermedia (cafetería), finalizando en la escena primaria, es decir el hotel alojamiento donde ocurrió el hecho. Por la naturaleza sexual de su motivación, no es raro que en este caso, el agresor se lleve un trofeo que les recuerde ese momento, como por ejemplo fotografías o una pertenencia de la víctima, por supuesto esto último sin fines de lucro, si no más bien como un acto de enganche netamente psicológico. Su período de enfriamiento (Cool Off period) dada su avidez -tres víctimas en muy pocos meses- entre otras opciones, podría deberse a una sustitución parafílica.

Diferente es el caso de aquellos delincuentes que sólo buscan una pseudo intimidad con la victima tratándolas como sujetos, vale decir que se disculpan, no las insultan, si no que tienen la fantasía de que la víctima se enamorará de ellos cuando los conozcan “íntimamente”, esto se deriva de su motivación principal, que en este caso es la de reforzar su autoconfianza . Otros agresores, poseen distorsiones cognitivas, vale decir que mientras más la víctima diga “no”, él comprende que es “si”, muchos de ellos padecen trastornos graves de la personalidad, no siempre relacionados con la psicopatía.
A veces se refleja que la víctima es elegida por oportunidad, pero cumpliendo con un criterio simbólico que solo tiene sentido para el agresor y el perfilador. Este es el típico caso donde el agresor se lleva a modo de souvenir un objeto de su victima, por supuesto no con fines de lucro, si no más bien para rememorar el encuentro “romántico” que tuvo con ella. Puede incluso, intentar justificarse o disculparse con posteriores intentos de comunicarse con ella o dar su verdadero nombre o apodo sin proteger su identidad, incluso contarle datos de su vida. No es extraño que unos días después, merodee el lugar del hecho conmemorándolo. La conducta de estos agresores suele estar estimulada por pornografía con escenas pseudo-románticas, padeciendo voyeurismo, es por ello que al intentar implicarse en un rol activo, no cuentan con la potencia necesaria para una erección o eyaculación porque su parafilia, en ocasiones, se lo imposibilita.

Veamos el caso de un delincuente que entra a robar durante la noche a un negocio cerrado, allí, encuentra a una de las empleadas y la accede carnalmente, su motivación principal ha sido el lucro, el robo, pero la violación en este caso puntual es de oportunidad y no un fin en sí misma, aunque la víctima experimentó el ultraje y todo las consecuencias psicológicas que esto trae.
Los agresores sexuales que actúan en grupo buscan la aserción de poder y la unión entre ellos, generalmente el líder indica a la víctima, pero suele ocurrir que un miembro del grupo experimente empatía hacia la víctima y en algunos casos es quien confiesa el hecho. Es una característica de la masa que sus miembros manifiesten un acrecentamiento del afecto y una inhibición del pensamiento, el grupo se retroalimenta y llegan a cometer actos osados con alto nivel de crueldad, probablemente, separados, sean menos ofensivos.
Bibliografía:
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Michaud, S. y Hazelwood, R. (1998) The Evil that Men Do. Estados Unidos St. Martin’s Paperbacks
Marietán, H., (2009) Curso sobre Psicopatía. Buenos Aires Editorial Ananké.
Canter D. y Youngs, D. (2005) Introducing Investigative Psychology. Reino Unido, Psychology and Law Capítulo 11.
Kepel, R. D. y Birnes, W.J. (1997) Signature Killers: Interpreting the calling cards of Serial Murderers. Nueva York Pocket Books.
1 comentario:
Estupenda e interesante entrada. Saludos.
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