jueves, 16 de octubre de 2008

Una novela negra con escenario local


Tras el llamativo título de la obra me encuentro con el estreno narrativo de un colega de la GUB . José Luis muestra su ciudad como centro de la trama de la novela en la que que Evaristo Conrado, ex-guardia civil metido a detective privado, se vea inmerso en una compleja trama de intrigas masónicas, asesinatos y experimentos farmacéuticos.


Los crímenes del 22@

José Luis Romero desvela una Barcelona violenta en su debut narrativo

XAVI AYÉN - Barcelona (Artículo publicado en LA VANGUARDIA)

HECHOS REALES "La realidad que veo en mi trabajo como policía es mucho peor", afirma el autor.

En Barcelona hay mucho crimen por combatir. Que se lo pregunten, si no, al detective Evaristo Conrado, quien - tras su oscuro pasado como guardia civil en el cuartel de Intxaurrondo- se ha establecido por su cuenta en la Ciudad Condal, y no le van las cosas mal. Un día llega a sus manos un peliagudo caso de espionaje industrial e ingeniería genética: alguien ha robado una importante fórmula en los laboratorios Zanzíbar, sitos en el barrio 22@, en el Poblenou. Ese es el arranque de la novela Siempre quise bailar como el negro de BoneyM(Inédita), el debut en la narrativa del guardia urbano José Luis Romero (Barcelona, 1963). Obra ambientada en la Barcelona de hoy, muestra con humor la otra cara de la ciudad de diseño, cosmopolita y turística, para descubrirnos una urbe violenta y deshumanizada en la que, como dice Conrado, "los más fuertes y los más sinvergüenzas avasallan a los más débiles".

Con un lenguaje sencillo y efectista, la ópera prima de Romero ha roto la cúpula de silencio que convierte en invisibles a los autores noveles: su libro ha sido destacado en varias revistas, su autor ha aparecido en reportajes de televisión - eso sí, vestido de policía- e incluso un entusiasta Bobby Farrell - sí, el negro de Boney M al que se refiere el título- se ha fotografiado sin ambages con la novela en su actual gira española.

Foto cortesía de Valentín del Olmo http://www.boneym.es/

"La idea me vino al leer un reportaje en La Vanguardia que decía que la manipulación genética sería el dopaje del futuro", apunta Romero en una apacible terraza del centro de la ciudad, mientras mira de reojo a los africanos que venden bolsos de imitación en el suelo. "Barcelona - prosigue-, como todas las grandes ciudades, es violenta, más de lo que la gente cree. Si no quieres verlo, no lo ves, pero, hace tan sólo quince años - en el interregno entre la Policía Nacional y los Mossos-, la Rambla apareció en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo".

Influenciado por los clásicos - Hammett, Chandler, McDonald- y fascinado por el sueco Stieg Larsson, las frases lapidarias de este tipo duro le hacen, en ocasiones, parecerse a su personaje (¿un ejemplo?: "Se saca más de una lata lamiendo que mordiendo", para referirse al mejor modo de extraer información de alguien).

La novela es muy barcelonesa. "Quería que la ciudad volviera a ser un lugar donde pasaran estas cosas, sin necesidad del FBI ni de la CIA ni de los policías de Nueva York". Al contrario, en ... el negro de BoneyM son las policías municipal, autonómica, nacional y la guardia civil las que se reparten los papeles... como en la vida real.

El autor ha pretendido, asimismo, "dibujar la fractura social: el que tiene más cada vez tiene más, y el que menos sufre marginalidad y desarraigo. No me invento nada: los okupas, el síndrome de Diógenes - gente mayor que se abandona y aísla, acumulando desperdicios en su casa-… la realidad que veo en mi trabajo es incluso peor. Una persona mayor puede estar viviendo en su piso de propiedad del Eixample, de 800.000 euros, y, sin embargo, estar sumida en la más absoluta mendicidad".

"Mi trabajo me ha enseñado, parafraseando a Concepción Arenal, a odiar el delito y compadecer al pequeño delincuente, no a los de guante blanco". De algún modo, "escribo para escapar. Procuro ducharme al salir del trabajo y dejar esos temas desagradables en el desagüe. Pero aún hay cosas que te hieren". A la hora de escribir, curiosamente, no le cuestan las escenas de violencia "aunque sí las de sexo porque me digo: ´Uy, ¿qué pensará mi mujer?´".

El lector poco avezado podría dudar de la verosimilitud de los bares de policías que aparecen en la obra. "Son así de cutres - asegura-. Sirven los bocadillos más baratos y tienen los lavabos más grasientos, pero en ellos, por lo menos, puedes sentarte tranquilo sin sentir la mirada de los demás clavada en el cogote, a causa del uniforme".

Romero - que ha acabado otra novela protagonizada por un subcomisario llamado Orozco y trabaja en la segunda de Conrado- no es el primer policía en dar el salto a la novela. Hace poco, el mosso Marc Pastor ganó el premio Crims de Tinta por La mala dona. Saben de qué hablan.

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