
Los crímenes del 22@
José Luis Romero desvela una Barcelona violenta en su debut narrativo
XAVI AYÉN - Barcelona (Artículo publicado en LA VANGUARDIA)
HECHOS REALES "La realidad que veo en mi trabajo como policía es mucho peor", afirma el autor.
En Barcelona hay mucho crimen por combatir. Que se lo pregunten, si no, al detective Evaristo Conrado, quien - tras su oscuro pasado como guardia
Con un lenguaje sencillo y efectista, la ópera prima de Romero ha roto la cúpula de silencio que convierte en invisibles a los autores noveles: su libro ha sido destacado en varias revistas, su autor ha aparecido en reportajes de televisión - eso sí, vestido de policía- e incluso un entusiasta Bobby Farrell - sí, el negro de Boney M al que se refiere el título- se ha fotografiado sin ambages con la novela en su actual gira española.
"La idea me vino al leer un reportaje en La Vanguardia que decía que la manipulación genética sería el dopaje del futuro", apunta Romero en una apacible terraza del centro de la ciudad, mientras mira de reojo a los africanos que venden bolsos de imitación en el suelo. "Barcelona - prosigue-, como todas las grandes ciudades, es violenta, más de lo que la gente cree. Si no quieres verlo, no lo ves, pero, hace tan sólo quince años - en el interregno entre la Policía Nacional y los Mossos-, la Rambla apareció en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo".
Influenciado por los clásicos - Hammett, Chandler, McDonald- y fascinado por el sueco Stieg Larsson, las frases lapidarias de este tipo duro le hacen, en ocasiones, parecerse a su personaje (¿un ejemplo?: "Se saca más de una lata lamiendo que mordiendo", para referirse al mejor modo de extraer información de alguien).
La novela es muy barcelonesa. "Quería que la ciudad volviera a ser un lugar donde pasaran estas cosas, sin necesidad del FBI ni de la CIA ni de los policías de Nueva York". Al contrario, en ... el negro de BoneyM son las policías municipal, autonómica, nacional y la guardia civil las que se reparten los papeles... como en la vida real.
El autor ha pretendido, asimismo, "dibujar la fractura social: el que tiene más cada vez tiene más, y el que menos sufre marginalidad y desarraigo. No me invento nada: los okupas, el síndrome de Diógenes - gente mayor que se abandona y aísla, acumulando desperdicios en su casa-… la realidad que veo en mi trabajo es incluso peor. Una persona mayor puede estar viviendo en su piso de propiedad del Eixample, de 800.000 euros, y, sin embargo, estar sumida en la más absoluta mendicidad".
El lector poco avezado podría dudar de la verosimilitud de los bares de policías que aparecen en la obra. "Son así de cutres - asegura-. Sirven los bocadillos más baratos y tienen los lavabos más grasientos, pero en ellos, por lo menos, puedes sentarte tranquilo sin sentir la mirada de los demás clavada en el cogote, a causa del uniforme".
Romero - que ha acabado otra novela protagonizada por un subcomisario llamado Orozco y trabaja en la segunda de Conrado- no es el primer policía en dar el salto a la novela. Hace poco, el mosso Marc Pastor ganó el premio Crims de Tinta por La mala dona. Saben de qué hablan.
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