RICHARD JANTZ
Profesor de Antropología Forense, Richard Jantz dirige la “Granja de Cuerpos” de la Universidad de Tennessee (EE UU), un lugar único en el mundo donde se estudia el proceso de descomposición de los cadáveres en todas las situaciones posibles. Su labor ayuda a los investigadores a esclarecer la hora y las circunstancias de la muerte en los casos criminales.
Existe un lugar, no lejos del Centro Médico de la Universidad de Tennessee, en Knoxville, donde los expertos en ciencias forenses oyen hablar a los muertos en un idioma secreto que pocas personas tienen la paciencia, el entrenamiento y la sangre fría para interpretar. Un sitio dedicado a estudiar con rigor el inevitable proceso de “polvo eres y en polvo te converti rás”. Entrar al Anthropological Research Facility, más conocido como the Body Farm (“la Granja de Cuerpos”), requiere valor. Una verja metálica rodea el terreno de 1,6 hectáreas en la ladera de una coli na donde reposan más de 50 cadáveres en todas las posiciones y condiciones imaginables: expuestos al sol, semienterrados en barro, sumergidos en un riachuelo, envueltos en plástico, encerrados en el malete ro de un coche, colgados de un árbol, quemados, metidos en un ataúd... Los hay decapita dos, con heri das, mutilados, embalsamados... Después de días, semanas o meses de expo sición a los elementos, los cuerpos entran en diferentes etapas de descompo sición y se deshacen poco a poco en la tierra. Atacados por bacterias, insectos, aves y roedores, pasan a formar parte de la cadena alimenticia y el eterno reciclar de la vida. El objetivo de este siniestro labo ratorio creado en 1972 por el pio ne ro mundial de la antropología forense Bill Bass y dirigido hoy por su alumno Richard Jantz es observar y entender el proceso de la descomposición postmórtem para poder contestar con exactitud a una de las preguntas clave en cualquier caso criminal: “¿cuándo se produjo la muerte?”. Para ello es fundamental conocer al detalle las etapas de desintegración del orga nismo y el papel que juegan el hábitat, la temperatura, la humedad y la actividad de los insectos y otros animales que acuden al olor del cadá ver. Por eso el depósito de cuerpos de Knoxvi lle es toda una escuela para los agentes del FBI, que en este lugar único en el mundo aprenden a distinguir en qué momento se separan los brazos del cuerpo, cuándo se caen los dientes, cuánto tarda el cuerpo en convertirse en esqueleto y otras incógnitas desagradables pero imprescindibles en la investigación criminal. La corresponsal de MUY en Estados Unidos habló de todo ello con Richard Jantz.
–¿Qué insectos intervienen en la descomposición de un cadáver?
Existen cuatro fases en la descomposición de un organismo –la reciente o cromática, la de hin chazón o enfi sematosa, la de putrefacción o colicuativa y la de reducción esquelética– y en cada una de ellas interviene una fauna dife rente. Las primeras en detectar el olor, a los pocos minutos de la muerte, son las moscardas azules, que acuden a poner cientos de huevos en los orificios o en las heridas abiertas del cuerpo, salvo que la temperatura sea inferior a 10 ºC, en cuyo caso no aparecen. Pero si hay suficiente calor y humedad, a las seis horas habrán nacido las larvas, que se dedicarán a consumir los tejidos durante semanas enteras. En la fase de hinchazón intervienen las bacterias, que producen gases a medida que van consumiendo los intestinos y el estómago. Entre los tres y los seis meses aparecen varios tipos de coleópteros derméstidos y lepidópteros, y cuando el cuerpo está seco y apergaminado llega el turno de los ácaros, que se alimentan de la piel, el pelo y los ligamentos.
–¿Cómo puede esa información ayudar a un investigador?
El ciclo de tiempo-insec tos, especialmente en el caso de las larvas, sigue un patrón muy definido. Lo que hace único a este labo ratorio es que permite cotejar esa información con otros factores como la temperatura y la humedad en distintos meses del año en condiciones muy simi lares a los que se producen en la escena de un crimen, porque el lugar donde yace influye en el tiempo en que tarda en descomponerse un cuerpo. Otra incógnita que se puede escalerecer gracias a la entomología forense es la forma en que se produjo la muerte. Por ejemplo, la sangre es lo que más atrae a las moscas a la hora de poner sus huevos. Cuando la vícti ma ha sido apuñala da, las larvas proliferan masivamente en la zona de la herida y devoran la carne mucho más deprisa que en otras partes del cuerpo. Este fenómeno, conocido como descomposición diferencial, pone siempre sobre aviso al investigador. Con la ayuda de los toxicólogos también podemos determinar si la persona era adicta a una droga o fue envene na da, ya que el bicho portará la droga o el veneno en su organismo después de visitar el cadáver. O incluso podemos averiguar si un cuerpo ha sido mutilado en el momento del crimen o si se ha desmembra do al ser devorado por los roedores.
–¿Es importante el análisis de bacterias para averiguar el momento de la muerte?
Sí. Nuestro experto el doctor Arpad Vass se dedica a estudiar cómo cambia la “sopa de compuestos químicos” que se genera en un cuerpo en descomposición y a su alrededor por la acción de las bacterias, una mezcla de ácidos grasos creados por la degeneración de ADN y teji dos grasos cuya proporción varía a medida que transcurren los días desde el fallecimiento. Así podríamos saber cuánto tiempo lleva el cadáver en el lugar donde fue halla do, o si estaba en otra parte y después fue trasladado y cuándo. El método puede ser fiable si se conoce bien la compo sición química del suelo sobre el cual yace. Tenemos varios experimentos en curso.
–¿De dónde proceden los cuerpos que tienen en la Granja?
De tres fuentes. Primero, de los centros forenses del estado de Tennessee, que nos envían cadáveres sin identificar cuando nadie los reclama. Otra fuente son los familiares de algún fallecido que conocen este laboratorio y quieren ayudar a la ciencia. La tercera son las personas que voluntariamente nos donan sus propios cuerpos firmando una autorización antes de morir. Tenemos una página de internet con el proceso a seguir y una larga lista de donantes.
–¿Qué cree usted que impul sa a alguien a donar su cuerpo?
Algo tan sencillo como que ni esa persona ni sus parientes tengan dinero para un entierro. También hay gente que cree en la filosofía de volver a la tierra –“polvo eres...”– o que tiene un genuino interés en la ciencia forense y le atrae la idea de contribuir a los estudios de criminología.
–¿Como Miguel Ángel o Leonardo, que sacaban cuerpos de las tumbas para estudiarlos?
Más o menos, sólo que ellos trataban de aprender anatomía humana, querían estudiar la carne y los huesos de los vivos a través de los muertos. Nosotros estamos interesados en la muerte misma.
–¿Y como a Da Vinci, también les han criticado?
Sí, en el pasado hubo protestas, pero ahora casi todas las reaccio nes son positivas. Los medios consiguen hacer entender a la gente el tipo de trabajo científico que hacemos aquí.
–¿Es cierto que antes de que existiera este depósito guardaban los cadáveres en cualquier sitio?
Hace muchos años los del instituto forense mandaron un cuerpo a la universidad para que Bass les ayudara a identificarlo. Estaba bastante descompuesto y sin cabeza. Era viernes por la tarde y aún no había refrigera dores en nuestro laboratorio, así que Bass lo envolvió en plástico y lo guardó en el cuarto de las escobas. Ese fin de semana, cuando el encargado de la limpieza abrió la puerta para sacar sus trastos casi le da un pasmo. A raíz de este incidente, el decano de la universidad decidió ceder a Bass el terreno para el depósito.
–¿Qué otras investigaciones están ustedes llevando a cabo?
Hemos realizado un experimento con una serie de cuerpos enterrados a distintas profundidades bajo capas de hormigón de varios grosores. Luego metimos radares de penetración para que los investigadores pudieran estudiar, a partir de lo que sabían de los cuerpos, el tipo de patrones que producían los radares. Este método sirve para analizar enterramientos masi vos en fosas comunes, como hicimos en Bosnia, Croacia y Panamá con el fin de encontrar restos de personas asesinadas por los regímenes políti cos violentos que había en esos países.
–¿Están trabajando también con narices electrónicas?
Sí. Los perros entrenados para buscar cadáveres detectan los marcadores biológicos que desprende un cuerpo en descomposición, pero Arpad Vass también está desarrollando una nariz artifi cial capaz de responder a los mismos olores absorbiendo aire que se inyecta a un tubo y luego a un espectrógrafo de masa que aísla los compuestos químicos específicos. La idea es crear una unidad portátil que ayude a la policía en el trabajo de campo a detectar la presencia de un cadáver a distancia.
–¿Qué sucede con el esqueleto una vez terminado el proceso de descomposición del cadáver?
En este punto –que, por cierto, es mi especialidad concreta–, la contribución del cuerpo a la ciencia está lejos de haber terminado. Lo que hacemos es trasladar los huesos al laboratorio de osteología humana...
–Que está justo debajo del campo de fútbol de la universidad...
Exactamente. Los espectadores por lo general ignoran lo que hay bajo las gradas de hormigón. En todo caso limpiamos los huesos de los últimos restos secos de carne y piel y luego los hervimos, los medimos y clasificamos. Después tomamos imágenes tridimensionales y analizamos si tienen cortes o traumas, estudiamos su composición química, su densidad... Todas estos datos nos aportan información sobre la persona en el momento en que murió.
–¿Se puede conocer el sexo de la víctima a partir de un hueso?
Sí; lo primero antes de averiguar quién era esa persona y cómo y cuándo murió es determinar su sexo, raza, edad y estatura. Esto nos lo dan los huesos. La carne se descompone y el hueso perdura. Las formas de los huesos nos dicen mucho acerca de esas cuatro características. Por ejemplo, un cráneo con una quijada prominente y una frente lisa que no sobresale por encima de las cejas es un tipo clásico de calavera de mujer. A su vez, los cráneos de los negros son más densos y pesados que los de los blancos, y los huesos largos, como el fémur, nos permiten establecer la estatura.
–¿Qué más cosas se pueden deducir de los huesos?
La biografía de cada uno está escrita en su esqueleto. Es como un diario en el que quedan grabadas las cosas que nos pasan en la vida, las caídas, la alimentación, si faltaban ciertos minerales en la dieta, si hacemos o no deporte, si uno era obeso o delgado, si sufrió enfermedades...
–¿Cuántos ejemplares tiene su colección de huesos?
Es la mayor colección de huesos y esqueletos de norteamericanos actuales –del siglo XX en adelante– que hay en Estados Unidos. Tenemos más de 500 y cada año incorporamos alrededor de 50. A partir de la colección he elabora do una base de datos que está disponible para cotejar en casos de asesinatos y de personas desapareci das o incluso para estu dios de antropología comparativa que quieran analizar, por ejemplo, las diferencias entre los norteameri canos de hoy y los de hace cien años.
–¿Cómo son los norteamericanos de hoy en día?
Nuestras circunstancias son distintas a las de nuestros antepasados. Por primera vez en la his toria la sobrealimentación es un problema mayor que la mala nutrición. Nunca antes los seres humanos habíamos hecho menos ejercicio físico que ahora. Por otro lado, la mortalidad infantil es más baja que nunca, al contrario que en la época colonial, cuando muchos norteamericanos morían de inanición mientras luchaban por sobrevivir. A medida que las condiciones fueron mejo rando, el cuerpo respondió creciendo; ahora somos más altos que hace un siglo y nuestros cráneos son más largos y estrechos. Los dientes y las mandíbulas, como el resto del esqueleto, soportan menos tensión, por lo que se están achicando.
–¿Su base de datos está disponible para otros investigadores?
Sí, y se usa en todo el mundo. Es la base de un programa informático llamado ForDisc, por Foren sic Discrimination. Si usted es un antropólogo forense y tiene un caso que resolver, este software le puede ayudar bastante. No tiene más que introducir algunos datos de los huesos de la víctima, como la longitud y el diámetro del fémur, y el programa le dará un pronóstico bastante preciso sobre la raza, el sexo y la estatura de esa persona. Está ayudando a esclarecer bastantes casos de asesinatos.
–¿Pueden los huesos dar alguna pista si el cuerpo está quemado?
Desde luego. En la granja quemamos algunos cadáveres de forma experimental para conocer el proceso y la forma en que el fuego consume los músculos a medi da que el agua corporal se evapora. Se puede apreciar cómo los músculos de los brazos, dedos y piernas se encogen en una posi ción que llamamos pugilística o del boxeador. Si el cuerpo hallado en la escena del incendio no presenta esa postura, podemos sospe char que quizá no murió en el incendio. Otro dato: el fuego arde de forma diferente en un incen dio accidental que en uno provocado, en el que las llamas son más intensas y la temperatura más alta. Gracias a esta información hemos resuelto varios casos, incluido el de una persona que fingió su propia muerte para cobrar un seguro.
–¿Cuando empezó el ser humano a interesarse por las ciencias forenses?
La primera referencia escrita procede de un libro chino de 1248 que se titula Hsi Duan Yu (“Lavar los crímenes”); explica cómo se puede detectar si una muerte fue por ahogamiento, asfixia o estrangulamiento. A mediados del siglo XIX, los conocimientos de química ya permitían identificar venenos en el cuerpo de un muerto.
–La Antropología Forense está de moda gracias a series como CSI. ¿Qué cualidades debe tener un estudiante de esta disciplina?
La popularidad de las ciencias forenses ha aumentado en parte por las series, pero también porque cada vez tenemos más recursos y herramientas. La televisión da una imagen demasiado glamurosa de la profesión; los expertos llegan a conclusiones en una hora y los casos se resuelven en un par de días, pero en la realidad todo es mucho más lento. Lo que sí es totalmente verídico, y tal como aparece en estos programas, es que la investigación en el escenario del crimen es absolutamente indispen sable para resolver el caso. En cuanto a los que quieran estudiar esta profesión, si no tienen pasión y un estómago de acero para enfrentarse a la cruda realidad en primer plano, mejor que se dediquen a otra cosa.
Por cortesía de Ángela Posada-Swafford
( Entrevista publicada en Muy Interesante)
Profesor de Antropología Forense, Richard Jantz dirige la “Granja de Cuerpos” de la Universidad de Tennessee (EE UU), un lugar único en el mundo donde se estudia el proceso de descomposición de los cadáveres en todas las situaciones posibles. Su labor ayuda a los investigadores a esclarecer la hora y las circunstancias de la muerte en los casos criminales.
Existe un lugar, no lejos del Centro Médico de la Universidad de Tennessee, en Knoxville, donde los expertos en ciencias forenses oyen hablar a los muertos en un idioma secreto que pocas personas tienen la paciencia, el entrenamiento y la sangre fría para interpretar. Un sitio dedicado a estudiar con rigor el inevitable proceso de “polvo eres y en polvo te converti rás”. Entrar al Anthropological Research Facility, más conocido como the Body Farm (“la Granja de Cuerpos”), requiere valor. Una verja metálica rodea el terreno de 1,6 hectáreas en la ladera de una coli na donde reposan más de 50 cadáveres en todas las posiciones y condiciones imaginables: expuestos al sol, semienterrados en barro, sumergidos en un riachuelo, envueltos en plástico, encerrados en el malete ro de un coche, colgados de un árbol, quemados, metidos en un ataúd... Los hay decapita dos, con heri das, mutilados, embalsamados... Después de días, semanas o meses de expo sición a los elementos, los cuerpos entran en diferentes etapas de descompo sición y se deshacen poco a poco en la tierra. Atacados por bacterias, insectos, aves y roedores, pasan a formar parte de la cadena alimenticia y el eterno reciclar de la vida. El objetivo de este siniestro labo ratorio creado en 1972 por el pio ne ro mundial de la antropología forense Bill Bass y dirigido hoy por su alumno Richard Jantz es observar y entender el proceso de la descomposición postmórtem para poder contestar con exactitud a una de las preguntas clave en cualquier caso criminal: “¿cuándo se produjo la muerte?”. Para ello es fundamental conocer al detalle las etapas de desintegración del orga nismo y el papel que juegan el hábitat, la temperatura, la humedad y la actividad de los insectos y otros animales que acuden al olor del cadá ver. Por eso el depósito de cuerpos de Knoxvi lle es toda una escuela para los agentes del FBI, que en este lugar único en el mundo aprenden a distinguir en qué momento se separan los brazos del cuerpo, cuándo se caen los dientes, cuánto tarda el cuerpo en convertirse en esqueleto y otras incógnitas desagradables pero imprescindibles en la investigación criminal. La corresponsal de MUY en Estados Unidos habló de todo ello con Richard Jantz.
–¿Qué insectos intervienen en la descomposición de un cadáver?
Existen cuatro fases en la descomposición de un organismo –la reciente o cromática, la de hin chazón o enfi sematosa, la de putrefacción o colicuativa y la de reducción esquelética– y en cada una de ellas interviene una fauna dife rente. Las primeras en detectar el olor, a los pocos minutos de la muerte, son las moscardas azules, que acuden a poner cientos de huevos en los orificios o en las heridas abiertas del cuerpo, salvo que la temperatura sea inferior a 10 ºC, en cuyo caso no aparecen. Pero si hay suficiente calor y humedad, a las seis horas habrán nacido las larvas, que se dedicarán a consumir los tejidos durante semanas enteras. En la fase de hinchazón intervienen las bacterias, que producen gases a medida que van consumiendo los intestinos y el estómago. Entre los tres y los seis meses aparecen varios tipos de coleópteros derméstidos y lepidópteros, y cuando el cuerpo está seco y apergaminado llega el turno de los ácaros, que se alimentan de la piel, el pelo y los ligamentos.
–¿Cómo puede esa información ayudar a un investigador?
El ciclo de tiempo-insec tos, especialmente en el caso de las larvas, sigue un patrón muy definido. Lo que hace único a este labo ratorio es que permite cotejar esa información con otros factores como la temperatura y la humedad en distintos meses del año en condiciones muy simi lares a los que se producen en la escena de un crimen, porque el lugar donde yace influye en el tiempo en que tarda en descomponerse un cuerpo. Otra incógnita que se puede escalerecer gracias a la entomología forense es la forma en que se produjo la muerte. Por ejemplo, la sangre es lo que más atrae a las moscas a la hora de poner sus huevos. Cuando la vícti ma ha sido apuñala da, las larvas proliferan masivamente en la zona de la herida y devoran la carne mucho más deprisa que en otras partes del cuerpo. Este fenómeno, conocido como descomposición diferencial, pone siempre sobre aviso al investigador. Con la ayuda de los toxicólogos también podemos determinar si la persona era adicta a una droga o fue envene na da, ya que el bicho portará la droga o el veneno en su organismo después de visitar el cadáver. O incluso podemos averiguar si un cuerpo ha sido mutilado en el momento del crimen o si se ha desmembra do al ser devorado por los roedores.
–¿Es importante el análisis de bacterias para averiguar el momento de la muerte?
Sí. Nuestro experto el doctor Arpad Vass se dedica a estudiar cómo cambia la “sopa de compuestos químicos” que se genera en un cuerpo en descomposición y a su alrededor por la acción de las bacterias, una mezcla de ácidos grasos creados por la degeneración de ADN y teji dos grasos cuya proporción varía a medida que transcurren los días desde el fallecimiento. Así podríamos saber cuánto tiempo lleva el cadáver en el lugar donde fue halla do, o si estaba en otra parte y después fue trasladado y cuándo. El método puede ser fiable si se conoce bien la compo sición química del suelo sobre el cual yace. Tenemos varios experimentos en curso.
–¿De dónde proceden los cuerpos que tienen en la Granja?
De tres fuentes. Primero, de los centros forenses del estado de Tennessee, que nos envían cadáveres sin identificar cuando nadie los reclama. Otra fuente son los familiares de algún fallecido que conocen este laboratorio y quieren ayudar a la ciencia. La tercera son las personas que voluntariamente nos donan sus propios cuerpos firmando una autorización antes de morir. Tenemos una página de internet con el proceso a seguir y una larga lista de donantes.
–¿Qué cree usted que impul sa a alguien a donar su cuerpo?
Algo tan sencillo como que ni esa persona ni sus parientes tengan dinero para un entierro. También hay gente que cree en la filosofía de volver a la tierra –“polvo eres...”– o que tiene un genuino interés en la ciencia forense y le atrae la idea de contribuir a los estudios de criminología.
–¿Como Miguel Ángel o Leonardo, que sacaban cuerpos de las tumbas para estudiarlos?
Más o menos, sólo que ellos trataban de aprender anatomía humana, querían estudiar la carne y los huesos de los vivos a través de los muertos. Nosotros estamos interesados en la muerte misma.
–¿Y como a Da Vinci, también les han criticado?
Sí, en el pasado hubo protestas, pero ahora casi todas las reaccio nes son positivas. Los medios consiguen hacer entender a la gente el tipo de trabajo científico que hacemos aquí.
–¿Es cierto que antes de que existiera este depósito guardaban los cadáveres en cualquier sitio?
Hace muchos años los del instituto forense mandaron un cuerpo a la universidad para que Bass les ayudara a identificarlo. Estaba bastante descompuesto y sin cabeza. Era viernes por la tarde y aún no había refrigera dores en nuestro laboratorio, así que Bass lo envolvió en plástico y lo guardó en el cuarto de las escobas. Ese fin de semana, cuando el encargado de la limpieza abrió la puerta para sacar sus trastos casi le da un pasmo. A raíz de este incidente, el decano de la universidad decidió ceder a Bass el terreno para el depósito.
–¿Qué otras investigaciones están ustedes llevando a cabo?
Hemos realizado un experimento con una serie de cuerpos enterrados a distintas profundidades bajo capas de hormigón de varios grosores. Luego metimos radares de penetración para que los investigadores pudieran estudiar, a partir de lo que sabían de los cuerpos, el tipo de patrones que producían los radares. Este método sirve para analizar enterramientos masi vos en fosas comunes, como hicimos en Bosnia, Croacia y Panamá con el fin de encontrar restos de personas asesinadas por los regímenes políti cos violentos que había en esos países.
–¿Están trabajando también con narices electrónicas?
Sí. Los perros entrenados para buscar cadáveres detectan los marcadores biológicos que desprende un cuerpo en descomposición, pero Arpad Vass también está desarrollando una nariz artifi cial capaz de responder a los mismos olores absorbiendo aire que se inyecta a un tubo y luego a un espectrógrafo de masa que aísla los compuestos químicos específicos. La idea es crear una unidad portátil que ayude a la policía en el trabajo de campo a detectar la presencia de un cadáver a distancia.
–¿Qué sucede con el esqueleto una vez terminado el proceso de descomposición del cadáver?
En este punto –que, por cierto, es mi especialidad concreta–, la contribución del cuerpo a la ciencia está lejos de haber terminado. Lo que hacemos es trasladar los huesos al laboratorio de osteología humana...
–Que está justo debajo del campo de fútbol de la universidad...
Exactamente. Los espectadores por lo general ignoran lo que hay bajo las gradas de hormigón. En todo caso limpiamos los huesos de los últimos restos secos de carne y piel y luego los hervimos, los medimos y clasificamos. Después tomamos imágenes tridimensionales y analizamos si tienen cortes o traumas, estudiamos su composición química, su densidad... Todas estos datos nos aportan información sobre la persona en el momento en que murió.
–¿Se puede conocer el sexo de la víctima a partir de un hueso?
Sí; lo primero antes de averiguar quién era esa persona y cómo y cuándo murió es determinar su sexo, raza, edad y estatura. Esto nos lo dan los huesos. La carne se descompone y el hueso perdura. Las formas de los huesos nos dicen mucho acerca de esas cuatro características. Por ejemplo, un cráneo con una quijada prominente y una frente lisa que no sobresale por encima de las cejas es un tipo clásico de calavera de mujer. A su vez, los cráneos de los negros son más densos y pesados que los de los blancos, y los huesos largos, como el fémur, nos permiten establecer la estatura.
–¿Qué más cosas se pueden deducir de los huesos?
La biografía de cada uno está escrita en su esqueleto. Es como un diario en el que quedan grabadas las cosas que nos pasan en la vida, las caídas, la alimentación, si faltaban ciertos minerales en la dieta, si hacemos o no deporte, si uno era obeso o delgado, si sufrió enfermedades...
–¿Cuántos ejemplares tiene su colección de huesos?
Es la mayor colección de huesos y esqueletos de norteamericanos actuales –del siglo XX en adelante– que hay en Estados Unidos. Tenemos más de 500 y cada año incorporamos alrededor de 50. A partir de la colección he elabora do una base de datos que está disponible para cotejar en casos de asesinatos y de personas desapareci das o incluso para estu dios de antropología comparativa que quieran analizar, por ejemplo, las diferencias entre los norteameri canos de hoy y los de hace cien años.
–¿Cómo son los norteamericanos de hoy en día?
Nuestras circunstancias son distintas a las de nuestros antepasados. Por primera vez en la his toria la sobrealimentación es un problema mayor que la mala nutrición. Nunca antes los seres humanos habíamos hecho menos ejercicio físico que ahora. Por otro lado, la mortalidad infantil es más baja que nunca, al contrario que en la época colonial, cuando muchos norteamericanos morían de inanición mientras luchaban por sobrevivir. A medida que las condiciones fueron mejo rando, el cuerpo respondió creciendo; ahora somos más altos que hace un siglo y nuestros cráneos son más largos y estrechos. Los dientes y las mandíbulas, como el resto del esqueleto, soportan menos tensión, por lo que se están achicando.
–¿Su base de datos está disponible para otros investigadores?
Sí, y se usa en todo el mundo. Es la base de un programa informático llamado ForDisc, por Foren sic Discrimination. Si usted es un antropólogo forense y tiene un caso que resolver, este software le puede ayudar bastante. No tiene más que introducir algunos datos de los huesos de la víctima, como la longitud y el diámetro del fémur, y el programa le dará un pronóstico bastante preciso sobre la raza, el sexo y la estatura de esa persona. Está ayudando a esclarecer bastantes casos de asesinatos.
–¿Pueden los huesos dar alguna pista si el cuerpo está quemado?
Desde luego. En la granja quemamos algunos cadáveres de forma experimental para conocer el proceso y la forma en que el fuego consume los músculos a medi da que el agua corporal se evapora. Se puede apreciar cómo los músculos de los brazos, dedos y piernas se encogen en una posi ción que llamamos pugilística o del boxeador. Si el cuerpo hallado en la escena del incendio no presenta esa postura, podemos sospe char que quizá no murió en el incendio. Otro dato: el fuego arde de forma diferente en un incen dio accidental que en uno provocado, en el que las llamas son más intensas y la temperatura más alta. Gracias a esta información hemos resuelto varios casos, incluido el de una persona que fingió su propia muerte para cobrar un seguro.
–¿Cuando empezó el ser humano a interesarse por las ciencias forenses?
La primera referencia escrita procede de un libro chino de 1248 que se titula Hsi Duan Yu (“Lavar los crímenes”); explica cómo se puede detectar si una muerte fue por ahogamiento, asfixia o estrangulamiento. A mediados del siglo XIX, los conocimientos de química ya permitían identificar venenos en el cuerpo de un muerto.
–La Antropología Forense está de moda gracias a series como CSI. ¿Qué cualidades debe tener un estudiante de esta disciplina?
La popularidad de las ciencias forenses ha aumentado en parte por las series, pero también porque cada vez tenemos más recursos y herramientas. La televisión da una imagen demasiado glamurosa de la profesión; los expertos llegan a conclusiones en una hora y los casos se resuelven en un par de días, pero en la realidad todo es mucho más lento. Lo que sí es totalmente verídico, y tal como aparece en estos programas, es que la investigación en el escenario del crimen es absolutamente indispen sable para resolver el caso. En cuanto a los que quieran estudiar esta profesión, si no tienen pasión y un estómago de acero para enfrentarse a la cruda realidad en primer plano, mejor que se dediquen a otra cosa.
Por cortesía de Ángela Posada-Swafford
( Entrevista publicada en Muy Interesante)
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